Por qué puede convertirse en una nueva frontera para ampliar el área sembrada con el cereal. La respuesta frente a la amenaza de plagas como la chicharrita y el destino final que tendría el grano.

El cultivo de maíz al sur del río Colorado no es algo nuevo, pero en un año en que la campaña del grano amarillo se vio muy afectada por la presencia del Dalbulus maidis o chicharrita, el vector de una enfermedad conocida como Spiroplasma y que literalmente destruyó una parte importante de la producción, empezó a madurar la idea de impulsar el cultivo de maíz en la Patagonia norte.

Se trata de una región cuyo clima y temperaturas no favorecen la presencia y desarrollo del insecto y en la que incluso, según algunos analistas, podrían lograrse rendimientos muy superiores al promedio nacional.

El dato a tener en cuenta es que, a diferencia de lo que ocurre en el área maicera por excelencia, que abarca las provincias de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y provincia de Buenos Aires fundamentalmente, no basta con el régimen de precipitaciones para el desarrollo normal de la campaña, sino que el cultivo sólo puede hacerse bajo riego, lo que incrementa los costos por las inversiones necesarias.

“En la Patagonia la producción de granos se puede hacer y de hecho se hace, pero necesita riego, aunque la región tiene abastecimiento de agua casi gratuito, fundamentalmente a través del río Negro, que tiene buen caudal y calidad de agua, por lo que el potencial productivo es bueno”, asegura Luis Bertoia, coordinador del Comité de Forrajes y el área Patagonia de Maizar, una organización sin fines de lucro que trabaja sobre las cadenas de maíz y sorgo.

Apuesta por un millón

En diálogo con Forbes Argentina, Bertoia, destacó que hoy en la región hay una importante producción de fruta, pero “le podemos agregar los granos, hay muy buenos rendimientos en la Patagonia, en La Pampa, Río Negro, Chubut y también Neuquén y sur de Mendoza”.

Reconoció que la producción debe hacerse con sistemas de riego, sin embargo, aclaró que hay posibilidades de hacerlo por los tres grandes ríos que atraviesan la región, especialmente al norte, con los ríos Colorado y Negro y el río Chubut, en lo que se conoce como Valle Inferior del Río Chubut (VIRCH).

Consultado sobre el potencial productivo, Bertoia, que también es profesor de la cátedra de Cerealicultura en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, sostuvo que el promedio de rendimiento del maíz a nivel nacional está en los 8000 kilos por hectárea (8 Tn/ha) pero en la Patagonia “se han llegado a alcanzar los 20.000 kilos por hectárea”, en planteos con riego.

Con este escenario el especialista considera que el área cultivable bajo riego “podría llegar a un millón de hectáreas, cuando hoy hay regadas 350.000 hectáreas” en toda la Patagonia. Eso sí, para llegar al millón de hectáreas irrigadas son necesarias una serie de obras, en general a cargo del Estado, en sus tres niveles, nacional, provincial y municipal. En el resto del país, salvo que se apele al desmonte, no es posible ampliar el área cultivable en esa magnitud.

Según datos de la provincia de Río Negro, que es donde el maíz está más arraigado en la región patagónica, hay unas 25.000 hectáreas sembradas con maíz, frente a un total nacional en la última campaña de 7,6 millones de hectáreas.

Eugenio Irazuegui, analista de mercados agrícolas en la corredora de granos Zeni, afirmó: “Un millón de hectáreas es mucho, salvo que tengan buena infraestructura de riesgo, pero no lo veo para el corto plazo”.

El experto dijo que sembrar maíz en la Patagonia “implicaría una inversión mayor que áreas tradicionales, porque siempre tiene que haber humedad en las napas, por lo que hay que compensar los faltantes hídricos con riego”.

El bicho y la frontera agrícola

En relación a la crítica situación que atravesó el maíz en la última campaña y lo que puede suponer la siembra de maíz en la Patagonia, Irazuegui admitió que “es una realidad que, por las condiciones de humedad, a medida que te desplazás hacia el sur agrícola, la incidencia de la chicharrita en el cultivo de maíz fue menor”.

Terminada la cosecha del maíz de primera (se siembra entre agosto y octubre), y aún en curso la trilla de los planteos tardíos y de segunda sembrados en diciembre, estos últimos los más afectados por la chicharrita, no se puede precisar el impacto final de la plaga en la producción. 

Sin embargo, las estimaciones ya hablan de pérdidas en torno al 20% de la cosecha. Un cálculo preliminar para el ciclo actual indica que se cosecharán unos 9 millones de toneladas menos que la proyección inicial de la campaña.

Más allá de las ventajas que ofrece el clima patagónico para frenar el avance de la chicharrita y el Spiroplasma, las provincias de esa región presentan otra ventaja productiva y es que el maíz no sólo se envía al mercado interno (para grano o como insumo para el bioetanol) o se exporta como grano comercial, sino que también se usa fundamentalmente como forraje. Esto es, como parte de la alimentación del ganado o la producción aviar.

“A la Patagonia no la vería como gran productora de grano, sino transformado y usado como forraje”, integrando la ración de los animales, explicó Luis Bertoia. Este punto es clave. Hoy el 95% del maíz que ya se produce en la Patagonia se destina a la alimentación animal.

Pero, además, el potencial productivo del ganado vacuno al sur del rio Colorado, es muy relevante, en especial si se tiene en cuenta que la tonelada de maíz en el Mercado de Chicago cotiza a unos 250 dólares mientras que la carne vacuna, dependiendo de los cortes tiene valores que van de US$ 2700 la tonelada los más baratos embarcados a mercados como China hasta los 11.500 dólares que se pagan en Alemania o Países Bajos por cortes premium de la Cuota Hilton.

Produciendo maíz localmente, se reduce el principal costo de la producción ganadera en la Patagonia, que es la nutrición, porque hasta ahora hay que traer grano desde la región Pampeana.

Esto podría impulsar la producción de ganado con foco en la exportación, teniendo en cuenta que la Patagonia está considerada internacionalmente como zona “libre de aftosa, sin vacunación”. De hecho, recientemente Japón ya ha autorizado la importación de carne vacuna argentina desde Río Negro.

Nota publicada en la Revista Forbes Argentina